Virtual Launch of the Centenary Year
24th July 2021 at 3 PM CET

Program
Opening Prayer | oración inicial | Prière d’ouverture Fr. Jojo Fung, SJ, International Chaplain – IMCS Pax Romana
Welcome | bienvenido | bienvenue Ravi Tissera, IMCS President
Kevin Ahern, ICMICA President
Pax Romana Short History Video
Gospel | Evangelio | Evangile Alex Mthobi (UK)
Karin Yuli Idrogo (Peru)
Pascaline Constance (Ivory Coast)
Homily | Homélie | Homilía
Msgr. Sergi Gordo (obispo auxiliar de Barcelona)
Prayers of Petition | Oraciones de petición| Prières de demande Albert Dhafana (Zimbabwe)
What does Pax Romana mean to you?
¿Qué significa Pax Romana para ti?
Que signifie Pax Romana pour vous ?
Launching of Centennial Activities Ravi Tissera, IMCS President
Kevin Ahern, ICMICA President
Message of IYCS / JECI Innocent Odongo, IYCS Secretary General
Closing Prayer | Oración final | Prière de clôture Fr. Luis Maria Goikoetxhea (ICMICA Chaplain)
Blessing | Bendición | Bénédiction Patrick Cardinal D’Rosario, CSC (Bangladesh)

Gospel | Evangelio | Evangile

A reading from the Gospel of Matthew: 

When Jesus saw the crowds, he went up the mountain,

and after he had sat down, his disciples came to him.

He began to teach them, saying:

“Blessed are the poor in spirit, for theirs is the Kingdom of heaven.

Blessed are they who mourn, for they will be comforted.

Blessed are the meek, for they will inherit the land.

Blessed are they who hunger and thirst for righteousness, for they will be satisfied.

Blessed are the merciful, for they will be shown mercy.

Blessed are the clean of heart, for they will see God.

Blessed are the peacemakers, for they will be called children of God.

Blessed are they who are persecuted for the sake of righteousness, for theirs is the Kingdom of heaven.

Blessed are you when they insult you and persecute you and utter every kind of evil against you falsely because of me.

Rejoice and be glad, for your reward will be great in heaven.”

The Gospel of Lord

Lectura del santo evangelio según san mateo

En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, hablándoles así:
“Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Dichosos los que lloran, porque serán consolados.

Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra.

Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.

Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Dichosos serán ustedes, cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.

Palabra del Señor

Évangile de Jésus Christ selon saint Matthieu

En ce temps-là, voyant les foules, Jésus gravit la montagne.

Il s’assit, et ses disciples s’approchèrent de lui. Alors, ouvrant la bouche, il les enseignait.

Il disait :

« Heureux les pauvres de cœur, car le royaume des Cieux est à eux.

Heureux ceux qui pleurent, car ils seront consolés.

Heureux les doux, car ils recevront la terre en héritage.

Heureux ceux qui ont faim et soif de la justice, car ils seront rassasiés.

Heureux les miséricordieux, car ils obtiendront miséricorde.

Heureux les cœurs purs, car ils verront Dieu.

Heureux les artisans de paix, car ils seront appelés fils de Dieu.

Heureux ceux qui sont persécutés pour la justice, car le royaume des Cieux est à eux.

Heureux êtes-vous si l’on vous insulte, si l’on vous persécute et si l’on dit faussement toute sorte de mal contre vous, à cause de moi.

Réjouissez-vous, soyez dans l’allégresse, car votre récompense est grande dans les cieux ! »

– Acclamons la Parole de Dieu.

Homily | Homélie | Homilía

Amigos y amigas de Pax Romana: ¡demos gracias a Dios por este encuentro telemático mundial que hoy estamos celebrando!

Demos gracias a Dios, ante todo, porque desde 1921 hasta hoy – si contemplamos todo con los “ojos de la fe”- el paso del Señor se ha hecho presente en la vida de muchos estudiantes y profesionales católicos que se han movilizado por la paz y la justicia. La historia centenaria de Pax Romana, en efecto, es fruto del desarrollo de un ideal de entendimiento y colaboración internacionales entre los estudiantes y los intelectuales católicos. Puede decirse que la historia de Pax Romana y las ideas que ella engendró reflejan la madurez y mayoría de edad del laicado. Los que la fundaron, reunidos en 1921 en Friburgo, desearon lo que años más tarde el buen papa Francisco ha designado como una “Iglesia en salida”, una Iglesia que evita ser un gueto, una Iglesia samaritana, misionera, que va a las periferias geográficas y existenciales y da impulso a las grandes tradiciones del pensamiento cristiano enraizado en el espíritu universal del Evangelio.

Hace 50 años, en 1971, también en Friburgo, celebrando las bodas de oro de Pax Romana, participó en tal efememéride Dom Helder Camara. Va bien recordar lo que unos años antes, concretamente en 1968, este añorado obispo brasileño decía a los participantes del Congreso de Juristas Católicos de Pax Romana: “Conozco el esfuerzo que Pax Romana hace en el mundo entero; esfuerzo extraordinario en los medios intelectual y estudiantil. En consecuencia os digo: la forma más válida para vosotros de ayudar al tercer mundo, es hacer avanzar la reforma de las estructuras en vuestro mundo desarrollado”. ¡Todo un reto aún vigente y más actual que nunca!

Y hoy, al cabo de 100 años, para llevar adelante y realizar este no fácil desafío, volvemos a proclamar y a hacer nuestras las bienaventuranzas de Jesús de Natzaret, a quien confesamos como el Hijo de Dios, nuestro Señor y Salvador, Cristo que vive y nos quiere vives, por quien vale la pena vivir movilizados nuevamente por la paz y la justicia, siendo, como Él, voz de los sin voz.

El papa Francisco suele decir que las bienaventuranzas “son como el carnet de identidad del cristiano” (Gaudete et exsultate 63). Las bienaventuranzas –dulces felicitaciones del Señor– tienen el perfume de la alabanza, del hablar bien, del reconocer el carácter positivo de las situaciones aparentemente más ásperas y difíciles.

Las bienaventuranzas son un canto a las personas que son consideradas bendecidas por Dios. Hay un matiz, por lo tanto, de perennidad y de arraigo. No se trata de una alegría o felicidad pasajera ni efímera: es una felicidad y una alegría para siempre. Es aquella que todos soñamos tener. La alegría y bienaventuranza de la que nos habla Jesús no es la alegría provocada por las circunstancias favorables o por un carácter optimista. Es la alegría que nace del corazón de quien alaba al Señor porque vive la alegría de ser suyo, todo suyo. Ahora bien, Jesús nos enseña que esta felicidad y gozo eterno se alcanzan por un camino paradójico, el de la abnegación y el de la aniquilación. Cuanto más nos desdibujamosa nosotros mismos, cuanto más nos rebajamos, cuanto más dejamos de ser «autorreferenciales», como diría el papa Francisco, más dibujamos el rostro de Dios y somos más transparencia del rostro de Dios.

Jesús puede proclamar las bienaventuranzas porque Él fue el primer bienaventurado.

Jesús nació pobre y murió pobre: no tenía ni dónde reclinar la cabeza.

Jesús fue bienaventurado porque estuvo de duelo por la muerte de Juan Bautista, su precursor, y porque hizo suyo el dolor de Jairo y de la viuda de Naín.

Jesús fue bienaventurado porque fue humilde e invitó a aprender de esta humildad, de esta mansedumbre, para encontrar el reposo.

Jesús fue bienaventurado porque el hambre y la sed de justicia le llevaron a expulsar a los mercaderes del Templo.

Jesús fue bienaventurado porque se compadeció de los leprosos, del ciego de nacimiento, de la mujer curvada, de la hija de la siro-fenicia.

Jesús fue bienaventurado porque lo ofendieron, lo persiguieron, lo calumniaron y lo clavaron en la cruz.

Jesús, en fin, fue bienaventurado, porque ya resucitado de entre los muertos se apareció en son de paz a los apóstoles en el cenáculo.

Jesús fue bienaventurado, sí. Y nosotros, su cuerpo, que es la Iglesia, ¿podemos decir que somos también bienaventurados? Y nosotros, miembros del MIEC y del MIIC, ¿estamos dispuestos a continuar movilizados sembrando semillas de paz y de justicia durante los próximos años?

Deseamos vivir las bienaventuranzas y ser testigos de la alegría del Evangelio contando con la fuerza del Señor. Hoy se la imploramos ya que sabemos que sin su ayuda no podemos hacer nada.

Hoy, pues, le pedimos al Señor su ayuda y su gracia para que continuemos profundizando en nuestra fe y en la coherencia de vida; en la formación constante de todos nosotros en la vida interior, en el compromiso y en los asuntos profesionales e intelectuales a través del intercambio de experiencias, de estudio compartido, de apertura a la Palabra de Dios, así como en la celebración y participación en la vida de la comunidad eclesial, “caminando juntos”, sinodalmente, contribuyendo intelectual y profesionalmente a un diálogo y discernimiento proactivo entre la fe y cultura cristianas y la razón.

Con la humildad de saber que nuestra fuerza mayor es la fuerza del Señor misericordioso, con la esperanza puesta en Aquel que sabemos que nos ama, en Aquel que nos ha acompañado día tras día, durante cien años, nos atrevemos a afirmar que el mejor retrato de su rostro bienaventurado, amable y misericordioso es la comunidad cristiana, tan variada y universal como es Pax Romana con miembros de tantos países. Quiera Dios que en esta entrañable y gran família que formamos, muchos puedan descubrir los rasgos del Señor Jesús para amarle y seguirle con alegría, en comunidad eclesial, como miembros todos del santo Pueblo de Dios.

La siguiente parábola es bien iluminadora en este sentido.

Los cristianos de todos los tiempos nunca han dejado de preguntarse sobre un tema que, a pesar de no ser fundamental para la experiencia de la fe, constituye una curiosidad casi inevitable: ¿cómo era en realidad el rostro de Jesús de Nazaret? Ya en el siglo II afirmaba San Ireneo que no existía una información fidedigna, que no teníamos a disposición una representación que nos permitiera establecer claramente la figura corporal de Jesús. Quizá por eso, a lo largo del tiempo, cada generación ha representado algunos de sus rasgos de distintas maneras, apoyados a veces en datos que vienen de una tradición, como puede ser el rostro que muestra el velo de la Verónica.

Para reconocer el rostro de Cristo, una leyenda que nace en Sicilia y nos habla de un monje llamado Epifanio, nos puede ayudar.

Epifanio tenía grandes cualidades para pintar y su gran deseo era representar el rostro de Cristo. Pero, ¿cómo encontrar un modelo adecuado que expresara el misterio que esconde la persona de Jesucristo?, ¿cómo expresar su sufrimiento y alegría, su muerte y resurrección, su divinidad y humanidad?

Epifanio se puso en camino. Recorrió toda Europa buscando rostros. Pero en ninguno no encontraba rasgos que le sirvieran para presentar la persona de Jesús. Una tarde se durmió repitiendo las frases del Salmo: «Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, Señor» (Sal 27,8). Entonces tuvo un sueño: un ángel le presentaba muchas personas, y le indicaba en qué aspecto particular su rostro era semejante al de Cristo: la alegría de una joven esposa, la inocencia de un niño, la fuerza de un hombre del campo, el sufrimiento de un enfermo, el miedo de un abandonado, la bondad de una madre, la severidad de un juez, la alegría de un cantante, la misericordia de un confesor, el rostro herido de un leproso. Epifanio volvió a su monasterio y se puso a trabajar. Después de un año, el cuadro estaba terminado, y lo presentó al padre abad, quien quedó sorprendido: era una obra maravillosa. Este quiso saber de qué modelo se había servido, para poder darlo a conocer a otros artistas. El monje le respondió: «No busquéis al Cristo en un solo rostro humano, buscadlo en todo hombre, porque cada uno es un fragmento de su rostro.»

Jesucristo está siempre entre nosotros. Así lo prometió y así lo realiza en la Iglesia. Es por eso que osamos decir que el mejor retrato de su rostro es la comunidad cristiana, cuando ama como Él ama. Porque en ella descubrimos los rasgos de Jesús, el Amigo en mayúscula, el Hijo de Dios. Y sabemos que Él es mayor; es como la aurora que anuncia un nuevo día, una plenitud que nosotros no podemos llegar a imaginar.

Estimados amigos y amigas del MIEC y del MIIC: que disfrutemos todos y todas del centenario que hoy lanzamos on-line. Lo mejor todavía está por venir. Ánimo, corage y mucha esperanza movilizando hoy más que nunca a estudiantes y profesionales por la paz y la justicia, testigos de las bienaventuranzas, sembradores por doquier de la alegría del Evangelio ¡Que Nuestro Señor os bendiga! ¡Y que Santa María, Madre de la Iglesia, proteja bajo su manto maternal a todos los miembros de Pax Romana!

+ Sergi Gordo Rodríguez

Obispo auxiliar de Barcelona

HOMÉLIE À LA CÉLÉBRATION DU CENTENAIRE DE PAX ROMANA (MIEC-MIIC)

Amis et amies de Pax Romana: remercions Dieu pour cette rencontre télématique mondiale que nous célébrons aujourd’hui!

Rendons grâce à Dieu, avant tout, car de 1921 à aujourd’hui – si nous contemplons tout avec les « yeux de la foi » – le passage du Seigneur est devenu présent dans la vie de nombreux étudiants et professionnels catholiques qui se sont mobilisés pour la paix et la justice. L’histoire séculaire de Pax Romana est en effet le fruit du développement d’un idéal de compréhension et de collaboration internationales entre étudiants et intellectuels catholiques. On peut dire que l’histoire de Pax Romana et les idées qu’elle a engendrées reflètent la maturité et l’âge adulte des laïques. Ceux qui l’ont fondée, réunis en 1921 à Fribourg, ont souhaité ce que le bon pape François a désigné des années plus tard comme une « Église en sortie », une Église qui évite d’être un ghetto, une Église samaritaine, missionnaire, qui va aux périphéries géographiques et existentielles et donne élan aux grandes traditions de la pensée chrétienne enracinée dans l’esprit universel de l’Évangile.

Il y a 50 ans, en 1971, également à Fribourg, célébrant les noces d’or de Pax Romana, il a participé à une telle éphémère Dom Helder Camara. Il convient de rappeler ce que, quelques années auparavant, notamment en 1968, cet évêque brésilien disait aux participants au Congrès des juristes catholiques de Pax Romana: « Je connais l’effort de Pax Romana dans le monde entier; effort extraordinaire dans les millieux intellectuels et étudiants. Je vous dis donc: la manière la plus valable pour vous d’aider le tiers monde est de faire avancer la réforme des structures dans votre monde développé ». Un grand défi encore en vigueur et même plus actuel que jamais !

Et aujourd’hui, après 100 ans, pour faire avancer et réaliser ce défi pas facile, nous proclamons et faisons notres à nouveau les béatitudes de Jésus de Nazaret, à qui nous confessons comme le Fils de Dieu, notre Seigneur et Sauveur, le Christ qui vit et nous veut vivants, pour qui il vaut la peine de vivre mobilisé à nouveau pour la paix et la justice, étant, comme Lui, la voix des sans-voix.

Le pape François dit souvent que les béatitudes « sont comme la carte d’identité du chrétien» (Gaudete et exsultate 63). Les béatitudes – douces félicitations du Seigneur – ont le parfum de la louange, du bien-parler, de la reconnaissance du caractère positif des situations apparemment plus rudes et plus difficiles.

Les béatitudes sont un chant aux personnes considérées comme bénies par Dieu. Il y a donc une nuance de pérennité et d’enracinement. Il ne s’agit pas d’une joie ou d’un bonheur passager ou éfimère : c’est un bonheur et une joie pour toujours. C’est celle que nous rêvons tous d’avoir. La joie et le bonheur dont Jésus nous parle n´est pas la joie provoquée par les circonstances favorables ou par un caractère optimiste. C’est la joie qui naît du cœur de celui qui fait l’éloge du Seigneur parce qu’il vit la joie d’être le sien, tout le sien. Or, Jésus nous enseigne que ce bonheur et cette joie éternels sont atteints par un chemin paradoxal, celui de l’abnégation et celui de l’anéantissement. Plus nous nous rendons moins visibles, plus nous nous abaissons, plus nous cessons d’être « autoréférentiels », comme dirait le pape François, plus nous dessinons le visage de Dieu et sommes plus transparents du visage de Dieu.

Jésus peut proclamer les béatitudes parce qu’Il fut le premier bienheureux.

Jésus est né pauvre et est mort pauvre: il n’avait nulle part où incliner la tête.

Jésus fut bienheureux parce qu’il a été en deuil de la mort de Jean-Baptiste, son précurseur, et parce qu’il fit sienne la douleur de Jairo et de la veuve de Nain.

Jésus fut bienheureux parce qu’il était humble et invita à apprendre de cette humilité, de cette douceur, pour trouver le repos.

Jésus a été bienheureux parce que la faim et la soif de justice l’ont amené à chasser les marchands du Temple.

Jésus a été bienheureux parce qu’il eu pitié des lépros, de l’aveugle de naissance, de la femme courbée, de la fille du syro-phénicien.

Jésus a été bienheureux parce qu’il a été offensé, poursuivi, calomnié et cloué dans la croix.

Jésus, enfin, a été bienheureux, car déjà ressuscité d’entre les morts, il apparaissa en son de paix aux apôtres au cénacle.

Jésus était bienheureux, oui. Et nous, son corps, qui est l’Église, pouvons-nous dire que nous sommes aussi bienheureux ? Et nous, membres du MIEC et du MIIC, sommes-nous prêts à continuer à nous mobiliser en semant des graines de paix et de justice au cours des prochaines années ?

Nous voulons vivre les béatitudes et être témoins de la joie de l’Évangile en comptant sur la force du Seigneur. Nous l’implorons aujourd’hui car nous savons que sans son aide, nous ne pouvons rien faire.

Aujourd’hui, nous demandons donc au Seigneur son aide et sa grâce afin que nous continuions à approfondir notre foi et la cohérence de la vie; dans la formation permanente de notre vie intérieure, dans l’engagement et dans les affaires professionnelles et intellectuelles par l’échange d’expériences, d’étude partagée, d’ouverture à la Parole de Dieu, ainsi que dans la célébration et la participation à la vie de la communauté ecclésiale, « marchant ensemble », synodalement, contribuant intellectuelle et professionnellement au dialogue et discernement proactifs entre la foi et la culture chrétiennes et la raison.

Avec l’humilité de savoir que notre force majeure est la force du Seigneur miséricordieux, avec l’espoir placé sur Celui que nous savons nous aimer, dans Celui qui nous a accompagnés jour après jour, pendant cent ans, nous osons affirmer que le meilleur portrait de son visage bienheureux, gentil et miséricordieux est la communauté chrétienne, aussi variée et universelle comme Pax Romana, avec des membres dans nombreux pays. Que Dieu veuille que, dans cette adorable et grande famille que nous formons, beaucoup puissent découvrir les traits du Seigneur Jésus pour l’aimer et le suivre avec joie, dans la communauté ecclésiale, tous en tant que membres du saint Peuple de Dieu.

La parabole suivante est bien éclairante à cet égard.

Les chrétiens de tous les temps n’ont jamais cessé de s’interroger sur un sujet qui, bien qu’il ne soit pas fondamental pour l’expérience de la foi, constitue une curiosité presque inévitable : à quoi ressemblait réellement le visage de Jésus de Nazareth ? Dès le IIe siècle, saint Irène affirmait qu’il n’existait pas d’information fiable, que nous n’avions pas à notre disposition une représentation qui nous permettrait d’établir clairement la figure corporelle de Jésus. C’est peut être la raison pour laquelle, au fil du temps, chaque génération a représenté certains de ses traits de différentes manières, parfois soutenus par des données qui viennent d’une tradition, comme peut être le visage qui montre le voile de Veronica.

Pour reconnaître le visage du Christ, une légende née en Sicile et nous parle d’un moine appelé Epiphanie, peut nous aider.

Epiphanie avait de grandes qualités à peindre et son grand désir était de représenter le visage du Christ. Mais comment trouver un modèle approprié qui exprime le mystère qui cache la personne de Jésus-Christ, comment exprimer sa souffrance et sa joie, sa mort et sa résurrection, sa divinité et son humanité ?

L’épiphanie c´est mis en route. Il a parcouru toute l’Europe à la recherche de visages. Mais il ne trouvait en aucun cas des traits qui lui serviraient à présenter la personne de Jésus. Un après-midi, il s’endormit en répétant les phrases du Psaume : « Cherchez mon visage. Ton visage, je chercherai, Seigneur » (Sal 27,8). Puis il a fait un rêve : un ange lui présentait beaucoup de gens, et lui indiquait à quel point son visage était semblable à celui du Christ : la joie d’une jeune femme, l’innocence d’un enfant, la force d’un paysan, la souffrance d’un malade, la peur d’un abandonné, la bonté d’une mère, la sévérité d’un juge, la joie d’un chanteur, la miséricorde d’un confesseur, le visage blessé d’un léprose. Epiphanie est retourné à son monastère et s’est mis au travail. Après un an, le tableau était terminé, et il l’a présenté au père abbé, qui a été surpris : l´ œuvre merveilleuse. Celui-ci voulait savoir qui avait servi comme modèle pour pouvoir le faire connaître à d’autres artistes. Le moine lui répondit : « Ne cherchez pas le Christ sur un seul visage humain, cherchez-le chez tout homme, car chacun est un fragment de son visage. »

Jésus-Christ est toujours parmi nous. Il l’a promis et le fait dans l’Église. C’est pourquoi nous osons dire que le meilleur portrait de son visage est la communauté chrétienne, quand elle aime comme Il aime. Parce qu’en elle nous ferons la découverte des traits de Jésus, l’Ami en majuscule, le Fils de Dieu. Et nous savons qu’Il est l´ainé ; c’est comme l’aurore qui annonce un nouveau jour, une plénitude que nous ne pouvons pas imaginer.

Chers amis et amies du MIEC et du MIIC: que nous profitions tous du centenaire que nous lançons aujourd’hui en ligne. Le meilleur est encore à venir. Esprit, courage et beaucoup d’espoir mobilisant aujourd’hui plus que jamais des étudiants et des professionnels pour la paix et la justice, témoins des béatitudes, semeurs partout de la joie de l’Évangile. Que Notre Seigneur vous bénisse! Et que Sainte Marie, Mère de l’Église, protège sous son manteau maternel tous les membres de Pax Romana!

Sergi Gordo Rodriguez
Évêque auxiliaire de Barcelone

Homily

Friends of Pax Romana: let us thank God for this global virtual meeting that we are celebrating today!

Let us thank God, first of all, because from 1921 until today – if we contemplate everything with the “eyes of faith” – the step of the Lord has been present in the lives of many Catholic students and professionals who have mobilized for peace and justice. The centuries-old history of Pax Romana, indeed, is the fruit of the development of an ideal of international understanding and collaboration between Catholic students and intellectuals. It can be said that the history of Pax Romana and the ideas it engendered reflect the maturity and coming of age of the laity. Those who founded it, gathered in 1921 in Fribourg, desired what years later the good Pope Francis has designated as a “Church that goes forth”, a Church that avoids being a ghetto, a Samaritan, missionary Church that goes to the peripheries geographical and existential and gives impetus to the great traditions of Christian thought rooted in the universal spirit of the Gospel.

Fifty years ago, in 1971, also in Fribourg, celebrating the golden anniversary of Pax Romana, Dom Helder Camara participated in the event. It is good to remember what a few years before, specifically in 1968, this longed for Brazilian bishop said to the participants of the Congress of Catholic Jurists of Pax Romana: “I know the effort that Pax Romana makes throughout the world; extraordinary effort in the intellectual and student media. Consequently I tell you: the most valid way for you to help the third world is to advance the reform of the structures in your developed world ”. A challenge that is still current and more current than ever!

And today, after 100 years, to carry out and carry out this difficult challenge, we once again proclaim and make our own the beatitudes of Jesus of Natzareth, whom we confess as the Son of God, our Lord and Savior, Christ who lives and He wants us to live, for whom it is worth living mobilized again for peace and justice, being, like Him, the voice of the voiceless.

Pope Francis often says that the beatitudes “are like the identity card of the Christian” (Gaudete et exsultate 63). The beatitudes – sweet congratulations from the Lord – have the perfume of praise, of speaking well, of recognizing the positive character of the apparently harshest and most difficult situations.

The beatitudes are a song to people who are considered blessed by God. There is a nuance, therefore, of perenniality and roots. It is not a question of a fleeting or ephemeral joy or happiness: it is a happiness and a joy forever. It is the one that we all dream of having. The joy and bliss that Jesus speaks of is not the joy caused by favorable circumstances or an optimistic character. It is the joy that comes from the heart of those who praise the Lord because they live the joy of being his, all his. Now, Jesus teaches us that this eternal happiness and joy are achieved by a paradoxical path, that of self-denial and that of annihilation. The more we blur ourselves, the more we lower ourselves, the more we stop being “self-referential”, as Pope Francis would say, the more we draw the face of God and we are more transparent of the face of God.

Jesus can proclaim the beatitudes because He was the first blessed.

Jesus was born poor and died poor: he had nowhere to lay his head.

Jesus was blessed because he mourned the death of John the Baptist, his forerunner, and because he made the pain of Jairus and the widow of Nain his own.

Jesus was blessed because he was humble and invited us to learn from this humility, from this meekness, to find rest.

Jesus was blessed because hunger and thirst for justice led him to drive the merchants out of the Temple.

Jesus was blessed because he had compassion on the lepers, the man born blind, the bent woman, the daughter of the Syro-Phoenician.

Jesus was blessed because he was offended, persecuted, slandered, and nailed to the cross.

Finally, Jesus was blessed, because once risen from the dead, he appeared in peace to the apostles in the upper room.

Jesus was blessed, yes. And we, his body, which is the Church, can we say that we are also blessed? And we, members of ICMICA and IMCS, are we willing to continue mobilizing, sowing seeds of peace and justice over the next few years?

We want to live the beatitudes and be witnesses to the joy of the Gospel, counting on the strength of the Lord. Today we implore him since we know that without his help we cannot do anything.

Today, then, we ask the Lord for his help and his grace so that we continue to deepen our faith and coherence of life; in the constant formation of all of us in the interior life, in commitment and in professional and intellectual matters through the exchange of experiences, shared study, openness to the Word of God, as well as in the celebration and participation in the life of the ecclesial community, “walking together”, synodally, contributing intellectually and professionally to a proactive dialogue and discernment between Christian faith and culture and reason.

With the humility of knowing that our greatest strength is the strength of the merciful Lord, with our hope placed in Him who we know loves us, in Him who has accompanied us day after day, for a hundred years, we dare to affirm that the best portrait of his blessed, kind and merciful face is the Christian community, as varied and universal as Pax Romana is with members from so many countries. May God please that in this close and great family that we form, many may discover the traits of the Lord Jesus to love him and follow him with joy, in ecclesial community, as all members of the holy People of God.

The following parable is illuminating in this regard.

Christians of all times have never stopped wondering about a subject that, despite not being fundamental to the experience of faith, constitutes an almost inevitable curiosity: what was the face of Jesus of Nazareth really like? Already in the second century Saint Irenaeus affirmed that there was no reliable information, that we did not have a representation available that would allow us to clearly establish the body figure of Jesus. Perhaps that is why, over time, each generation has represented some of his features in different ways, sometimes supported by data that come from a tradition, such as the face that shows the veil of Veronica.

To recognize the face of Christ, a legend that was born in Sicily and tells us about a monk named Epifanio, can help us.

Epifanio had great painting qualities and his great desire was to represent the face of Christ. But how to find a suitable model that would express the mystery that the person of Jesus Christ hides? How to express his suffering and joy, his death and resurrection, his divinity and humanity?

Epifanio set out. He traveled all over Europe looking for faces. But in none of them did he find traits that would serve to present the person of Jesus. One afternoon he fell asleep repeating the phrases of the Psalm: «Seek my face. Lord, I will seek your face »(Ps 27,8). Then he had a dream: an angel introduced him to many people, and indicated in what particular aspect his face was similar to that of Christ: the joy of a young wife, the innocence of a child, the strength of a man from the country, the suffering of a sick person, the fear of an abandoned person, the kindness of a mother, the severity of a judge, the joy of a singer, the mercy of a confessor, the wounded face of a leper. Epifanio returned to his monastery and went to work. After a year, the painting was finished, and he presented it to the Father Abbot, who was surprised: it was a wonderful work. He wanted to know what model he had used, so that he could make it known to other artists. The monk replied: “Do not look for the Christ in a single human face, look for him in every person, because each one is a fragment of his face.”

Jesus Christ is always with us. He thus promised it and thus he performs it in the Church. That is why we dare to say that the best portrait of his face is the Christian community, when he loves as he loves. Because in it we discover the features of Jesus, the Friend in capital letters, the Son of God. And we know that He is greater; he is like the dawn that announces a new day, a fullness that we cannot imagine.

Dear friends of IMCS and ICMICA: May we all enjoy the centenary that we are launching online today. The best is yet to come. Courage, courage and much hope mobilizing today more than ever students and professionals for peace and justice, witnesses of the beatitudes, sowers everywhere of the joy of the Gospel. May Our Lord bless you! And may Holy Mary, Mother of the Church, protect all the members of Pax Romana under her maternal mantle!

+ Sergi Gordo Rodríguez

Auxiliary Bishop of Barcelona

Prayers of Petition | Oraciones de petición| Prières de demande

Dear God of peace and justice who cares for our common home,  we offer you praise and glory for the 100 years of blessings you have given to our movements.

We bring to you in this celebration our prayers of petition. The response is Lord Hear Us.

For our ancestors in our movement who have gone before us,  especially those who have died in the service of our movements.   We pray to the Lord. Lord Hear Us.

For all the members of IMCS and ICMICA around the world today, that they may be renewed in their mission of evangelization and social transformation. We pray to the Lord. Lord Hear Us.

For Pope Francis, Cardinal Patrick, and all faith leaders.  We pray to the Lord. Lord Hear Us.

In thanksgiving for our many supporters and benefactors and for an increase in financial support for the good work of our movements. We pray to the Lord. Lord Hear Us.

For our world, wounded by the COVID 19 Pandemic, conflict,  injustice, and ecological destruction, that we may become instruments of healing and reconciliation. We pray to the Lord. Lord Hear Us.

For the prayers that we put into the chat now, We pray to the Lord. Lord Hear Us.

(Feel free to enter your own prayers or the names of past members in the chat)

With our ancestors in our movement, we offer you these prayers and ask especially for the intercession of our holy saints:

St. Pope Paul VI, pray for us.

Saint Óscar Romero, pray for us.

Blessed Giorgio Frassati pray for us.

All this we ask through Christ Our Risen Lord who lives and reigns with the Holy Spirit, one God, forever and ever. Amen.