Los dias 25 y 26 del pasado noviembre de 2016, la Fundació Joan Maragall – entidad de Barcelona dedicada al dialogo fe y cultura – y la Obra Social “La Caixa” organizaron al Palau Macaya de Barcelona el Simposio lnternacional “Estado y religions y su relación en las democracias pluralistas actuales”. Estas jornadas han completado la reflexión que el Patronato de la Fundació Joan Maragall ha dedicado a un tema objeto de su preocupación ultimamente.
Con este Simposio, la Fundació Joan Maragall y el Palau Macaya se han propuesto incentivar el debate y la reflexión sobre los retos que plantea hoy el hecho religioso y la eclosion de su pluralisme en las sociedades democraticas actuales, especialmente en Europa.
El compromise de Europa con la libertad de conciencia y religiosa impone nuevas obligaciones a las instituciones politicas y juridicas, nacionales e internacionales. Las minorias religiosas, mayoritariamente procedentes de la inmigración, manifiestan de forma bastante insólita los inevitables sesgos que se producen en las leyes y en el funcionamiento administrative. Es oportuno, pues, reflexionar sobre el peligro de la discriminación de las religiones minoritarias y sobre los limites de la acomodación para que sean razonables a las exigencias derivadas de las creencias religiosas. No se puede obviar, en este contexte, la dificultad de combinar los valores de universalidad a los cuales aspiran los sistemas liberales con la acomodación de las minorias culturales y religiosas. Asi, el Simposio ha facilitado la valoración de cuales son los diverses modelos de laicidad que se pueden utilizar en el contexte europeo y a partir de aqui, la Fundació Joan Maragall se propone dilucidar cuales son los retos y las formulaciones a que tiene que afrontarse la laicidad y a la vez proponer las correcciones normativas pertinentes.
Des de un punto de vista sociológico , tante cualitativo como cuantitativo, las diferentes intervenciones del Simposio permitieron constatar como actualmente en el concepto de religion se distinguen dos dimensiones: la trascendente y la de la identidad cultural. Por lo que se refiere a la secularización , cabe distinguir tres sentidos distintos: la diferenciación de las esferas seculares, el declive de las creencias y las prácticas religiosas y la privatización de la religión. Con todo, los procesos de modernización tienen, en última instancia, un efecto negativo en la estabilidad de las comunidades religiosas y en las prácticas y convicciones de estas. La base empírica permite afirmar que en los países occidentales existe una correlación negativa entre el PIB y las creencias religiosas, así como un salto generacional que se caracteriza por el hecho de que en los jóvenes se da una mayor tendencia hacia la espiritualidad. Los dos hechos, pues, desmienten, o al menos ponen en cuestión, que las sociedades occidentales puedan ser consideradas post-seculares.
Actualmente son tres los modelos de gestión de la diversidad religiosa: el modelo asimilacionista, el modelo multicultural y el modelo intercultural. Uno de los máximos objetivos actuales que tienen las sociedades plurales es la lucha contra la discriminación por motivos religiosos y la acomodación como mecanismo para combatirla. Por este motivo, el modelo intercultural es el que permite una consideración más amplia de la libertad religiosa sin olvidar la importancia de la cohesión social. El espacio público debe ser abierto, lo que implica que no se deben privatizar las religiones, ya que un número muy importante de ciudadanos responden a la pregunta sobre su identidad en términos religiosos. Es obligación de las instituciones, pues, que delante de conflictos graves de conciencia valoren la posibilidad de acomodar las demandas de los ciudadanos, no exigiéndoles, únicamente, su adaptación. Teniendo en cuenta este rol de las instituciones parece conveniente utilizar el término de neutralidad inclusiva, más adecuado que los de laicidad y de secularización, para designar las relaciones Estado-iglesias.
El sistema de neutralidad inclusiva afronta el reconocimiento público de las religiones y de esta forma acepta y gestiona la diversidad religiosa creciente en las sociedades pluralistas actuales. En Europa, donde la realidad nos es más próxima, la religión afronta dos problemas básicos: la integración del Islam; y la pérdida de peso del cristianismo en la esfera pública, que, paradójicamente, convive con la aparición de nuevas manifestaciones laicizantes en contra de la presencia cultural, educativa y social del cristianismo.
La integración del Islam, como una de las religiones con más crecimiento en Europa, comporta un contraste entre la buena disposición de las políticas públicas, en su mayoría, y la percepción social. En las sociedades europeas se está dando de manera acelerada una islamofóbia que proviene de la reacción desmesurada a las posiciones de una minoría musulmana que cuestiona la laicidad y condiciona la imagen social del conjunto del Islam.
Por otro lado, el problema de la conciliación pasa por un proceso de culturalización de la religión, especialmente la cristiana en tanto que mayoritaria en Europa. Es conveniente, para favorecer la buena convivencia, que se resalten, de la religión cristiana, los aspectos tradicionales e históricos que forman parte de la identidad de Europa.
De esta forma, debe tomarse como modelo de gestión de la diversidad religiosa el modelo intercultural, situando a los estados y a sus administraciones en lo que se ha ido llamando neutralidad inclusiva. Se garantizan, así, esas cuestiones que son imprescindibles para asegurar la no discriminación religiosa y una buena acomodación de las minorías: 1) evitar que las leyes contengan elementos religiosos o laicizantes; 2) que los ciudadanos, seculares o religiosos, compartan la responsabilidad de la adecuación del lenguaje de sus aportaciones públicas para garantizar que los contenidos de las leyes en que se traducen sean comprensibles para todos; 3) para que una ley sea completamente compatible con este modelo se le debe aplicar lo que la jurisprudencia americana llama “Lemon test”, lo que implica que la ley tenga una finalidad secular y no suponga una injerencia excesiva del gobierno en los asuntos religiosos; y por último, 4) que el modelo sea flexible y que, por lo tanto, no perpetúe las relaciones tradicionales, permitiendo que se renueve al ritmo marcado por los cambios sociales.
Se entiende, pues, que frente a los retos que han sido esbozados, juntamente con los objetivos que es necesario lograr, el mejor modelo que se plantea para Europa es, según la Fundació Joan Maragall, el modelo intercultural. Así, se podrá seguir colaborando en la reivindicación de Europa como un espacio de encuentro, de libertad, de universalidad y democrático que no rehúya ni su historia ni su tradición, pero que se mantenga abierta a los siempre necesarios cambios sociales.
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