INTRODUCCIÓN
Entre los días 26 y 29 de junio de 2015, nueve movimientos nacionales del MIIC de América Latina y el Caribe nos reunimos en Lima, Perú, para reflexionar sobre nuestras realidades y el caminar de nuestras comunidades. En este documento final, deseamos comunicar lo más importante que hemos descubierto en estos días y las orientaciones y tareas que definimos para el próximo período.
ORIENTACIONES
1. Hemos reflexionado sobre las injustas desigualdades en nuestros países, su relación con una pobreza que ha disminuido pero aún nos indigna, los desafíos que ello nos plantea así como los caminos de compromiso que se nos abren.
Comprobamos que para poder analizar esas inequidades, comprenderlas y actuar para superarlas, no basta con una mirada desde el crecimiento económico, sino que hemos de incorporar el desarrollo humano en sus diversas dimensiones. Como movimiento pensamos que nuestra vida y práctica deben situarse de manera creciente en esta perspectiva. Creemos que así nuestra opción preferencial por los pobres, que ratificamos una vez más, se irá haciendo más pertinente y potencialmente más eficaz. Y podremos lograr que nuestro compromiso (movimiento) tenga incidencia en la sociedad. En este sentido, asumimos como desafío el valorar la asunción de responsabilidades públicas de nuestros miembros, acompañándolos cuanto necesiten en esas complejas tareas.
2. Esta mayor atención a la desigualdad es fruto de nuestra convicción de que al Señor lo encontramos y nos acompaña en la historia humana, en una mirada y escucha creyente identificamos Su voz que a todos convoca para que venga su Reino. Nuestra reflexión ha potenciado este llamado a dedicar especial cuidado y atención a los rostros sufrientes y desfigurados de las personas y grupos discriminados. Como profesionales cristianos nos sentimos impulsados a ser amigos de los pobres, reconocer su dignidad, servirlos con pasión y trabajar con ellos para crecer en formas concretas de fraternidad, aun en medio de situaciones ambiguas y no quedar a la espera de la necesaria transformación integral. Nos interpela la manera como Francisco, con sus gestos y palabras, se acerca a las realidades humanas, viendo en ellas el cuerpo escarnecido del Señor, denunciando su negación y anunciando su dignidad, esa que Él mismo defiende.
3. Afirmamos juntos la necesidad de buscar con paciencia una profunda inserción en la vida y misión de nuestras Iglesias locales, aun en medio de situaciones difíciles. Este desafío nos resulta más urgente en este tiempo providencial muy marcado por el ministerio del actual obispo de Roma (Francisco), con quien nos sentimos muy identificados en su convocatoria a una Iglesia “en salida”, encarnada en la vida de nuestros pueblos, como lo expresan Evangelii gaudium y Laudato si’. Nos parece fundamental aportar con responsabilidad, libertad y creatividad la riqueza de nuestra experiencia, dispuestos al mismo tiempo a aprender de las demás sensibilidades cristianas. Y en este contexto vemos el servicio y promoción de una identidad laical madura como algo clave en esta hora de nuestras Iglesias. Por otra parte, experiencias probadas nos hablan de la fecundidad de la coordinación con movimientos de nuestro mismo espíritu e historia y otras comunidades cristianas identificadas con la opción preferencial por los pobres. Finalmente, nos parece muy importante desarrollar el diálogo ecuménico e interreligioso que algunas comunidades ya están viviendo.
4. Valoramos enormemente nuestro movimiento y deseamos de corazón que crezca, se consolide y extienda a otros países. Para ello nos proponemos profundizar la vida y camino de nuestras comunidades. Volvemos a sentir el desafío de acompañar con cuidado y perseverancia sus procesos, y confiamos siempre en la fecundidad de la revisión de vida. Esto no significa, sin embargo, cerrar la puerta a otras formas de pertenecer y vivir la participación en el movimiento, que contemplen la complejidad de la vida del profesional y los diversos carismas personales. Necesitamos ajustar cada día más nuestra vida y estructuras a los desafíos que vamos recibiendo del Señor desde la realidad secular y eclesial en que existimos. Hemos de inventar y experimentar nuevas formas de extensión e iniciación, con una especial atención a los profesionales jóvenes. Experimentamos en general la dificultad de contar con ministros ordenados, religiosas y laicos que se identifiquen con nuestro camino y lo acompañen de diversas maneras como asesores, por lo que nos proponemos darnos los medios necesarios para revertir esta limitación actual.
5. Frente a los desafíos que descubrimos, vemos que se nos impone la urgencia de una adecuada formación en múltiples aspectos de nuestra vida, con mucho énfasis en lo bíblico-teológico. Esta formación, ajustada a las diversas realidades que vivimos y siempre en la perspectiva de la opción preferencial por los pobres y de una Iglesia pobre y para los pobres, nos permitirá crecer en una excelencia de vida profesional humilde y servidora.
6. Nos sentimos responsables de la realidad universitaria en nuestros países. Un número considerable de nuestros miembros trabajan como docentes en Universidades. En tanto que profesionales del tipo y estilo que queremos ser, pensamos que este es también un espacio de contribución importante, en vistas de una transformación que lo ponga al servicio de la justicia y la igualdad. Del mismo modo nos preocupa la ausencia o debilidad, en la mayoría de nuestras Iglesias locales, de la experiencia de movimientos de estudiantes universitarios y secundarios en la tradición MIEC-JECI. Por eso hemos acordado ponernos al servicio, según las condiciones de cada realidad, del relanzamiento de esas comunidades allí donde no existan y del fortalecimiento de las que están debilitadas. Buscando sin embargo que los protagonistas sean los mismos jóvenes y la perspectiva la de la cercanía con los pobres.
7. Mantenemos y renovamos nuestra decisión de fortalecer la coordinación regional, que facilite la comunicación entre nuestras comunidades, haga crecer nuestra caminada conjunta y cree condiciones para elaboraciones comunes. Pero también necesitamos que los movimientos nacionales asuman su protagonismo, buscando canales de intercambio bilateral o más amplio, en base a afinidades u otros criterios. Tenemos que utilizar mucho más los recursos de las nuevas tecnologías de comunicación.
Invocamos al Espíritu transformador y confiamos en Él como guía, luz y sostén que nos mantenga fieles y constantes en nuestro esfuerzo
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